El hidalgo Ernest Urtasun, Censor de los de lanza en lengua, ideas antiguas, pensamiento flaco y galgo tristón.

No nos engañemos, no es el Premio Nacional de Tauromaquia, es la Tauromaquia. El Ministro de Cultura, Ernest Urtasun, ha decidido que lo que no le gusta es objeto de persecución y censura. La base para entender todo lo que está pasando con la Fiesta de los Toros, es la crisis social en la que está sumergida España, Europa y el Mundo. Si nos centramos en nuestro país, está claro que la cultura esta en un claro retroceso. Hoy día los estímulos culturales a los consumidores se han centrado en contentar al erudito y aficionado a esa faceta cultural y a los turistas. En la actualidad, la mayoría de la sociedad, y no digamos los jóvenes, no se acercan a exposiciones, al Teatro, etc., por puro desconocimiento de lo que van a presenciar. A la Tauromaquia, sin embargo, le sucede un efecto contrario. A los toros se acercan, además del conocedor y aficionado de la cultura e historia taurina, un público que busca emociones y pasárselo bien con el simple ambiente que rodea a lo que sucede en el ruedo. Todavía no he visto a nadie que se acerca a los alrededores del Museo del Prado a contagiarse del ambiente que se vive en la cola de acceso. Algo que en las Plazas de toros, sí ocurre.

Al ministro de cultura, que legisla de oídas, todo esto le debe parece mal. No le gusta que la gente sea feliz, según parece.

Antes de seguir, me gustaría hacer un «alto el fuego» para hacer un examen de conciencia y reconocer que el mundo del toro también ha tenido parte de culpa para llegar a esta situación. El sistema, empresarios y profesionales, han dejado perder algo que parece que era imposible de perder, y no ha sido otra cosa que un espacio de comunicación entre la Tauromaquia y la sociedad. Con una relación fuerte entre ese mundo del Toro y la sociedad, no habría ministro peligrosamente cuqui que hiciera peligrar nada. La Tauromaquia, por ejemplo, no ha sabido mantenerse en la Televisión Pública de ámbito nacional, en la radio ha quedado relegada a podcast en la mayoría de las emisoras, cuando no han desaparecido. Estos hechos han hecho que el posible espectador de Tv, o el oyente de radio haya perdido interés por acudir a una plaza de toros. Parece algo nimio, pero estas cosas han hecho que poco a poco, la Tauromaquia, se haya ido aislando, arrinconando. Esto claramente lo han utilizado, torticeramente y recurriendo al mantra mentiroso de que «La Tauromaquia se muere por falta de interés«, los censores totalitarios como Urtasun. El problema es que ahora, gracias a un PSOE terminal y enchufado al respirador de la ultraizquierda, estos totalitarios, tienen poder.

Pues señor Ministro, la Tauromaquia este 2024 está demostrando que está más viva que nunca. Ha elegido usted un mal momento para comenzar el asilamiento. Su medida insignificante de retirar el Premio Nacional de Tauromaquia, va a servir de contagio para reagruparnos. Para que muchos ciudadanos, aún sin tener interés por la Fiesta de los Toros, pero sí por la Libertad, apoyen nuestra Tradición.

Usted es un censor con sonrisa de Domingo en el Parque del Retiro al Sol mientras cree que un galgo con chubasquero es más feliz que corriendo detrás de una liebre. En el fondo es usted un ser débil porque es incapaz de incorporar a sus preferencias democráticas el que haya libertad de elección cultural. Si no le gusta una cosa personalmente, entonces lo margina.

Pues que sepa que no hay nada peor en este mundo que negar la libertad del otro porque la verdad, su verdad, es relativa. Usted, como censor, es un ser aparentemente seguro, pero en el fondo lo que hace es volver al totalitarismo que ya usaron otros. Al final, por muchas soflamas libertarias y proletarias que grite desde atriles rosas, usted es otro tipo que lleva implícito el poder y la represión.

España con ustedes en el gobierno, se ha convertido en un país de traficantes de libertades, de lo que está bien y lo que está mal, esos traficantes, entre los que usted se encuentra, no van a conseguir matar a la Tauromaquia, enterrarla y que se envuelva de gusanos de censura. Siempre la encontraremos.

Nosotros los aficionados y los profesionales Taurinos, no censuramos a nadie, porque no queremos ser censurados. La Sociedad debería tener miedo a la censura, porque todo el mundo tiene derecho a expresar, a decir, y a emocionarse con lo que quiera, y nadie como usted, nos va a sumergir de nuevo en la injusticia ni en decadencia cultural, ya tenemos bastante con la decadencia social a la que nos está llevando la izquierda española.

El «Noli me tangere» de Correggio y Pablo Aguado tentando en Valrubio

Paseando por las redes sociales, me topo con una imagen que ha subido el departamento de prensa del torero Pablo Aguado, (@pabloaguadocom), en la que se puede ver al torero, primorosamente vestido de Campero, de tentadero en la ganadería salmantina de Valrubio, donde pastan reses de origen Vega-Villar. La instantánea es tremenda, por la quietud, por la embestida, por la forma de coger los engaños. Estando frente a ella, se me vino a la cabeza la escena del «Noli me tangere» del artista renacentista Correggio, que se puede ver en el Museo del Prado de Madrid, y voy a intentar explicar porqué, ya que es el sentido primigenio de este Blog.

Los Noli me tangere, representan a lo largo de la historia el momento en el que Cristo, después de resucitar, se aparece ante María Magdalena, y le dice, (según San Marcos y San Juan), «No me toques, que todavía no he subido al cielo frente al Padre«.

En las dos obras, la de Correggio y la de Pablo Aguado en Valrubio, prima la sencillez, pero a la vez denotan el equilibrio y el dramatismo extraordinario que tanto la Tauromaquia como la Pintura religiosa, llevan implícito. Tanto Correggio en su obra como en la del torero sevillano, se antepone la sensibilidad a lo mecánico. Tanto el cuadro como el pase natural, representan dos «personajes» del mundo real, implícitos en nuestra naturaleza. Aunque parezcan quietos, no son estatuas sino seres vivos que comunican sus emociones. En el pase de Pablo la forma de coger los trastos y el desplazamiento del brazo que se supone, fluye e interpreta un movimiento suave pero cargado de fuerza estética. Como también pasa en la pintura renacentista.

La Magdalena del cuadro se convierte en el animal. Una y otro, tienen una posición elegante, libre. El Cristo y Pablo Aguado, representan la gracia, sin dramatismo. Y si de uno, el Cristo, se impone el manto azul, en el otro, el torero, vence la muleta, desnuda y suelta, que habla de la maestría envuelta en el misterio que supone el Toreo.

Torear es envolverse en la inmaterialidad y la pureza. Pintar y torear es mover las manos con ritmo y creación. La plasticidad y movimiento de los personajes de las dos obras contrarrestan lo que se quiere crear con el espacio. No hay abstracción, hay concreción. Las figuras, toro y torero, Cristo y María Magdalena, destacan en estas dos obras por lo delicado, por la naturalidad. El tiempo en las dos obras, aunque fijo, presumimos que es un momento fugaz, y que tiene una continuación.

Tanto Correggio como Pablo Aguado, crean belleza hecha movimiento.

Foto: @pabloaguadocom

Porqué fue la de Borja Jiménez para mi la mejor Faena de la Feria de Abril de 2024

Han salido los premios, se han hecho tertulias y ha habido opiniones para todos los gustos, sobre quien realizó la mejor faena de la feria de Abril de Sevilla. Si bien ha habido toreros que me han emocionado, como es el caso de Juan Ortega, para mí, el merecedor del premio a la mejor faena 2024 es Borja Jiménez al tercer toro de Victorino Martín, «Baratero» de nombre, y voy a intentar explicar el porqué.

Lo fue porque en el Arte del Toreo, el Torero no sólo presenta los trastos y pasa al toro, si no que él mismo crea geometrías y movimiento de las telas para interpretar esculturas efímeras que tengan sentido con innovación y técnicas propias. Lo fue porque Jiménez reproduce modelos antiguos que por momentos se traducen en rompedores y vanguardistas ante el modelo academicista del pase por el pase. Faenas como las del torero de Espartinas son las que hacen distinguir al «artesano» del toreo del «artista». El primero repite los modelos sistemática y mecánicamente, el artista, aún rememorando otros estilos, los crea.

Borja dio sentido al espacio geométrico. Para torear así, es necesario trazar mentalmente unas líneas limítrofes donde solo quepa el toro, el torero y el movimiento de las telas. Sin querer, controla las matemáticas y el plano, pues, para que de la sensación de un único grupo, un «todo», ha de realizarse un toreo tan conjuntado, sin salirse de esa frontera, que solo las cabezas privilegiadas que han nacido para esto lo hacen con sentido innato.

Lo fue porque frente a él tuvo un toro encastado, listo, y por ello debió disponer de una atención controlada, y a la vez creadora, fuera de lo normal. Había que poner los cinco sentidos, no era cuestión de presentar la muleta y que el toro pasara, había que Torear, con mayúsculas. Cualquier error se hubiera advertido pronto porque el toro estaba con él, no cabía la menor distracción. Esa concentración no quiere decir que tuviera que ser inmóvil y cerrada, sino que Borja, la puso al servicio de los distintos cambios que el toro pudiera tener, y/o tuvo.

Otra característica ante «Baratero» fue que, por momentos, consiguió el ritmo y la ley de la cadencia que exige la estructura de una faena. Supo interpretar, repetir esa cadencia en cada pase con la libertad que te da el entender la embestida de los Albaserradas.

Termino afianzándome en la capacidad creadora de Borja Jiménez ante las embestidas de los toros de Victorino Martín. Si comparamos el arte de Torear con el de la Escultura, el escultor parte de un bloque de madera, piedra o metal, inerte, al que esculpe y da forma. En cambio, el Torero, (en este caso Borja Jiménez), tiene delante un animal vivo, informal, con pensamientos, y que con él ha de interpretar, crear, diseñar modelos en movimiento en un breve espacio de tiempo, con lo que la creatividad ha de estar presente en todo momento. No se puede tomar un respiro para que aflore la inspiración, esa es la grandeza del Toreo, la creación inmediata y sin vuelta atrás.

¿Qué es el barroquismo en la Tauromaquia sevillana? Morante de la Puebla, Juan Ortega y Borja Jiménez

Tras ver a Borja Jiménez y a Juan Ortega en Sevilla, se me ha venido a la mente la palabra «barroquismo» en el toro, que de vez en cuando utilizan los plumillas para intentar definir el toreo sevillano. Voy a intentar dar mi opinión sobre el «Barroquismo» tras haber estudiado su estética en otros ámbitos artísticos durante mis estudios.

Cada vez que intento hacer un parangón estético-filosófico o artístico, pongo por delante la intención por la que nació este blog, y no fue otra que la de poner mis conocimientos aprendidos durante la Licenciatura de Historia del Arte para comparar, contrastar, medir e incluso demostrar, cómo ese Arte y su Historia se equivocan al no tener en cuenta La Tauromaquia como una de sus diferentes ramas de estudio.

Hecho este recordatorio, vamos a hablar del barroquismo Sevillano. Su mayor exponente, sin duda alguna en la actualidad es Morante de la Puebla, pero en esta Feria de Abril han aparecido dos exponentes que lo han atestiguado en sendas obras de arte en el albero maestrante: Borja Jiménez y Juan Ortega.

Es barroquismo porque en dichas obras se hizo presente la vigencia de no sólo la visión de lo divino, sino la utilización de la composición y el movimiento de las telas para, casi herir los sentimientos al que lo contempla como intentaron hacer los artistas barrocos en sus esculturas y pinturas. Sus obras, una, la de Borja, frente a un toro más, digamos, «primigenio», alcanzó la grandiosidad por utilizar el aire de sus telas para paliar el terror que la naturaleza disfraza en la mirada de los toros grises de Victorino Martín. Otra, la de Juan Ortega, utilizando la santísima Trinidad del buen toreo, Temple, composición y despaciosidad, para llegar a la eternidad.

El barroquismo intentaba sobrecoger al espectador en una iglesia. Las dos faenas, la de Borja y la de Juan, solo pudieron comprenderse desde la esplendidez del movimiento de los trastos; hubo momentos de expresión vital casi turbadoras. El embrujo de las telas, la ligereza de su manejo, configuran el movimiento, el dinamismo principal del Barroco. Cuando se torea así solo se puede estar frente al movimiento rítmico de lo prodigioso, de lo que deslumbra y hace creer en lo que no se conoce. Al igual que a las personas que se postraban frente a imágenes en el Barroco, nos hacen estar delante del mismísimo retrato de la divinidad que, en este caso es el Toreo.

Manuel Escribano. Un ejemplo para todos.

El sábado a eso de las 22:00 horas recibí una llamada de mi padre. Cogí el teléfono y escuché al otro lado un simple «¿Lo has visto?«. No hicieron falta ni saludos, ni ponernos en contexto. Mi padre, que es aficionado, pero no de los locos que intentamos hacer síntesis de cada tarde, es simplemente aficionado para saber si algo le gusta o le emociona, pero nada más.

Esa llamada, breve, y con palabras como «cojones«, «tela», «me ha dejado emocionado«, «esto es especial«, entre la conversación me sirvió para rendirme a los toreros con el pundonor de Manuel Escribano.

Lo que Manuel hizo el sábado, además de para él, es para estarle todos agradecido por alentar, inspirar y estimular a los novilleros que, si de verdad quieren ser algo en esto del Toro, lo primero que tienen que tener es la hombría necesaria para ser diferentes al común de los mortales. Mirarse en toreros así es un ejemplo para abrirse en el mundo de la Tauromaquia. Luego vendrán estilos, técnicas, artes y demás cosas secundarias pero lo primero que hay que tener es corazón, gesta y heroicidad. Manuel Escribano nos dejó un ejemplo de firmeza de carácter, nos alentó a ser espectadores de un «O Fortuna» de Carmina Burana en imágenes, nos dió energía para seguir adelante, entre mojigaterías cotidianas.

Escribano, cuando se fue a la puerta de Chiqueros en el sexto, cuando aguantó la arrancada a tres escasos metros del mismo Diablo, nos dijo sin hablar que no hay que detenerse a contemplar pasados, no hay sueños y anhelos, hay un presente que hace daño y se torea. Manuel, demostró a todos, pero sobre todo a los que quieren dedicar su vida al toro que no hay que esperar la ocasión, sino provocarla para sobreponerse a los hechos desfavorables.

No solo enseñó a esos chicos que empiezan, nos enseñó a la vacilante sociedad en la que vivimos, que no debemos evaluar a los hombres por su poder, por su posición o riqueza, sino que debemos hacerlo por su carácter y su determinación. A mí, personalmente me ha dejado huella, y mientras estaba frente a la televisión viendo dar la vuelta a Manuel con las dos orejas en la mano, miré a mi hijo de tres años, jugando sin darse cuenta de lo que había pasado en la Maestranza. Le miraba y sólo podía pensar que ojala algún día tenga el carácter de Manuel Escribano. De momento, el crío se llama Aníbal, y me acordé de una frase atribuida para definir lo que acababa de ver:
«Aut viam inveniam aut faciam.» (O encontraré un camino o me lo abriré).

Santiago Domecq, la sonrisa de un ganadero

La Ganadería, dentro de las expresiones artísticas de la Tauromaquia, es el arte de criar toros que trasmitan emoción al espectador. La imagen del ganadero buscando la casta y la bravura en un animal informe, investigando la amorfa condición primigenia de fiereza, tratando de dotar de sentido la «locura» inicial del toro, intentando buscar la emoción que sea la base de la obra de arte taurina alentado por la ilusión de la bravura, parece cobrar vida en la sonrisa de Santiago Domecq al término de su comparecencia abrileña de Sevilla.

Los toros de la familia Domecq Bohórquez descubrieron ayer la constancia del hombre por dar forma y sentido al Arte de la Tauromaquia. Dar vida a una Fiesta cada vez más postergada al triunfo frente animales colaboracionistas, un espectáculo que, disfrazado de grandeza, muchas tardes acaba siendo inerte. Ayer fue todo lo contrario, fue virtud. Cada animal que saltaba al ruedo de La Real Maestranza de Sevilla, simbólicamente atravesaba el tiempo, se hacía inmortal, porque sus ganaderos crían animales que sean imperecederos, toros que pueden asegurar la resistencia e indeformabilidad de la Tauromaquia durante siglos.

Ganaderías como la de Santiago Domecq es un depósito de memoria de lo que debe ser un toro bravo. La Ganadería es, entre todas las artes, la mayor tradición que desafía al tiempo si se hacen las cosas bien. Corridas como la de ayer, angrandecen el prestigio histórico del toro bravo como expresión fundamental de la Tauromaquia.

Es un «chute» de afición, de alegría, ver embestir esos toros en los tres tercios con la seriedad y el peligro que conlleva la palabra bravura. La Tauromaquia de triunfos decadentes frente animales a los que han dotado de una nobleza tan excesiva que transmiten facilidad al quien lo presencia, ayer se esfumó de mi presente. La emoción de los toros de Santiago Domecq, vistos en repetición por temas futboleros (mardita sea), me sacaron del atolladero de afición en el que me encuentro cada día más inmerso.

Gracias ganaderos por intentar buscar lo que muchos anhelamos, por dotar de expresividad y grandeza la palabra Toro Bravo, por «tallar» tan bien la piedra angular de la Fiesta de los Toros, y por sacar a la Tauromaquia de los manidos usos de la nobleza exagerada. La corrida de la Feria de Abril 2024 de Santiago Domecq bien vale la sonrisa del ganadero porque definió perfectamente la esencia de la Tauromaquia.

Román, un loco amante de la vida

Seguimos con los escritos sobre las sensaciones que me han suscitado los primeros festejos de la Temporada. Esta vez me gustaría hablar de un hito como fue la encerrona de Román con toros de distintas ganaderías en la Feria de Fallas de Valencia. Lo primero que tengo que reconocer al matador y su entorno es la excelente presentación de los toros elegidos para la ocasión y la variedad de sangres. Es un lujo en esta época ver como saltan al ruedo de una plaza de primera, astados con el trapío e integridad acorde a la categoría. Pero vamos a hablar de Román.

A Román le tengo como un «libre pensador». Tengo la sensación de que, gracias a su carácter desenfadado, su verdadera responsabilidad para con la Tauromaquia la mide por la capacidad de amarla y de ofrecer todo lo que tiene, tanto al toro como a la afición. Esa tarde, me dejó claro que él no está aquí para aburrirse y que es feliz delante de la cara del toro, (Todo lo que se pueda ser, entiéndaseme). Hace uso de uno de sus tesoros innatos, el desparpajo, el ser uno mismo. Si de algo podemos estar seguros es que cuando Román está en el ruedo, la tarde no va a ser gris. Podríamos ponernos exquisitos y hablar de sus formas, de su técnica, etc., pero es que a Román no le pedimos eso, le pedimos vida, y él nos la ofrece.

Creo que se toma la vida espontáneamente y no funcionarialmente. Para él el aburrimiento es una sensación incómoda. Da la sensación de que, cuando se enfunda el traje de luces, no le importa lo que nos han contado sobre los cánones del toreo desde púlpitos ilustrados, pero por su forma de ser, apenas nos importa. ¿Qué quizá su toreo no es heterodoxo? De acuerdo, pero esa es su valía.

Cuando resultó aparatosamente cogido por el toro de Domingo Hernández y cayó en el ruedo en una posición que a todos nos dolió, Román se levantó, se espabiló, y volvió a transgredir la lógica por la que nos guiamos el común de los mortales. De nuevo sacó su ser irracional, ese que pedimos y entendemos que deben tener innato los toreros, fue como tuvo que ser: anarquista, políticamente incorrecto, un trotamundos del mundo del toro sin brújula racional, un amante de la vida porque sabe que gana a la muerte, buscó la verdad, su verdad, la del loco errante.

Román, nos encandila porque nos trata a los aficionados que le presenciamos desde el respeto y el amor al toro, al que consiente ser lo que es, un animal que te quiere quitar de enmedio. Gracias Román por ser el héroe que se necesita para ver la vida de diferente manera, el que se salva sin temer el peligro, por ser ingenuo, generoso e inocente.

Foto: @toros_en_el_mundo_ 

La Tramoya en el Siglo de Oro y la Tauromaquia en el siglo XXI

En las primeras ferias y festejos de temporada hay algo que se está afianzando en mis percepciones. Y no es otra cosa que la diferencia que hay dentro de la cultura Taurina al presenciar un festejo. Es cierto que la Tauromaquia siempre ha tenido como destinatario a todo tipo de público, de ahí su grandeza y diversidad. Pero en esa voluntad de llegar a todo el mundo convive la distinción de un público de masas que busca el arte de torear masivo y triunfante, y una minoría, digamos «culta» taurinamente, que indaga más en las formas para sentirse satisfecha ante la obra en el ruedo. Que nadie se me enfade por utilizar la palabra «culta». Lo hago en el sentido de que es una minoría que se preocupa por saber, por entender, por comparar, y por cultivarse en materia taurina sin quedarse sólo en lo espectacular.

La principal diferencia no es simplemente la de tener distintas capacidades para entender el significado de la obra de arte taurina, sino, como decíamos al principio, la existencia de gustos diferentes. Hoy hay un torero que indudablemente es el principal reclamo del público a las plazas, y no es otro que Roca Rey, en eso todos estamos de acuerdo y bienvenido sea. Cuando está anunciado en los carteles, un público mayoritario acude en busca de lo que impresiona vivamente a sus sentidos. De ahí que sus faenas se compongan de alardes valerosos y espectacularidad en el manejo de los trastos, (incluso llegando a limitar con la brusquedad), pero que cala en ese público ávido de emociones fuertes e inmediatas. Por otra parte existe una minoría, (recordemos que hablamos de cultivada), que busca otro tipo de obra. Una obra que represente proporción, correspondencia, composición o, cómo se dice en los entornos artísticos, «decoro y forma», y por ello desconfía de todo aquél sensacionalismo del momento que busca la mayoría.

Por poner un ejemplo me remito a lo que pasó en el Teatro del Siglo de Oro Español con la Tramoya, (Que es según la R.A.E. «Conjunto de dispositivos manejados durante la representación teatral para realizar los cambios de decorado y los efectos escénicos.«). Su proliferación en las obras fue fuertemente rechazada por escritores como Lope de Vega, quien prefería el uso de la palabra para la creación de ambientes y situaciones. Pero la escenografía iba cambiando a marchas forzadas y el gusto de la mayor parte del público por lo espectacular, lo visual, hizo que lo verdaderamente importante, que no era otra cosa que el propio texto, pasara a segundo plano. Decían estos escritores contrarios a la Tramoya que era «vulgar», pero que era lo que económicamente sostenía a la comedia. de ahí su aceptación.

¿No les parece que en el Siglo de Oro Español ya estaban viviendo algo rematadamente idéntico a lo que está pasando ahora con la Fiesta de los Toros?.

Siempre he pensado, (y más desde que estudié la carrera de Historia del Arte), que hay que diferenciar el acto de «ver» del de «mirar» una obra de arte, la taurina también. Hoy mucho de ese público ocasional tiene un problema, que no sabe distinguir uno de otro. Hoy ya no se sabe de toros. Hoy triunfa la «tramoya» frente al núcleo principal de la Tauromaquia, que no es otro que el toreo y sus cánones.

Fernando Cuadri. Un hombre bueno

No se si soy digno de hacer homenaje alguno a personas tan grandes. Quizá demasiado osado, pero hacía tiempo que quería escribir sobre una persona que si ha sido un gran ganadero, para mí ha sido mejor persona. Don Fernando Cuadri.

Titubeaba yo con mi afición adolescente cuando mis sentimientos me llevaron por un tipo de Tauromaquia. Lo corroboró aquel toro 19 «Clavellino» en 1993, estoqueado por Pepín Jiménez, (otra de mis debilidades), y que fue premiado como el Toro más Bravo de la Feria de San Isidro de ese año. Si la «adicción» me empezaba a hacer cosquillas en las venas, ese animal corroboró mi «Cuadri-adicción» en la grada del tendido 4 de Las Ventas.

Ya tenía claro el tipo de Tauromaquia que me llenaba. Pero un hecho fue determinante para que, además de sus toros, terminara admirado por la personalidad de su ganadero. Uno nunca sabe donde va a encontrar la sorpresa, la admiración y a personas tan grandes que son capaces de generar paz en ti y afianzarte en unas creencias que tenías por propias. Fue un domingo por la mañana a mediados de los años 90. Como no había Tuiter, no pude subirlo, pero os juro por Snoopy que allí estuve. Se hacían unos aperitivos taurinos en el Bingo Roma, solo recuerdo que lo presentó Felipe Díaz Murillo, y el ponente era Fernando Cuadri. Asistí estupefacto a la ponencia de Don Fernando. Qué sabiduría, qué sencillez, que ideas más claras,…Lo mejor es que al final, mis dos amigos y yo, nos acercamos con más vergüenza que miedo a saludar a Don Fernando, y descubrí una persona de las pocas que me he encontrado en la vida. Con qué amabilidad nos trató. Educado, directo, sin prisa alguna por deshacerse de esos tres pipiolos con tupé que se creían sabían algo y no sabían na.

Pasaron algunos años. En el año 2000 nos fuimos a la Corrida Concurso de Zaragoza, como asiduos que éramos, cachis, no había Tuiter y no podemos quedar por aficionados que viajábamos, perdón. Por dar datos, la ganó un toro de Victorino, (Tengo anotado que se llamaba «Herbolario«), que fue más espectacular que bravo. El verdadero toro que fue bravo fue el de Cuadri, cuyo nombre no puedo acordarme y no lo anoté. Ese sí que metió riñones y se merecía el premio. Pero donde vamos. Por la mañana, al llegar a Zaragoza nos fuimos al apartado. A la salida paseando por la Plaza, nos encontramos con Don Fernando que paseaba con su mujer y nos acercamos a saludar, a mi me dan vergüenza estas cosas, todavía, pero a mi amigo Manolo no porque no la conoce el bribón…Lo extraordinario es que cuando nos acercamos, Don Fernando, con la amabilidad que le caracteriza y tras desearle suerte después de contarnos un poco como era el toro que embarcaron, nos dijo, «Igual nos vemos en Manuel Becerra que en Zaragoza«. Nos quedamos de piedra.

Por terminar con estas anécdotas sólo os cuento una más. En 2004 hice el Curso de Periodismo Taurino de la Fundación Joselito. Una de las actividades a finales del curso era hacer grupos y organizar una conferencia con tema libre para todo el que quisiera. Como no podía ser de otra manera, mi grupo escogió el tema ganadero. Se nos ocurrió llamar a Don Fernando para que fuera uno de los ponentes y es increíble la predisposición para viajar por su cuenta donde le llamen para el fomento de la Tauromaquia y del Toro Bravo. No huno ni un momento de duda, «Contad conmigo para lo que necesitéis. Sólo me tenéis que decir el día y la hora y allí estaré«.

¿Para qué os cuento estas cosas?. Pues son simplemente anécdotas para que os hagáis una idea de cómo es el caracter y la grandeza de Don Fernando. Dicho esto me gustaría agregar mi visión sobre su persona.

El anuncio de su «retiro» al frente de la ganadería ha sido como es él, modesto, sin ruido. Don Fernando sigue en contacto con el toro, con la tierra de su ganadería, esa que le ha hecho estar más de una vez en soledad meditando sobre el secreto impenetrable que es la casta y la bravura del Toro. Ha sido un lujo, es un lujo, conocerle, escucharle en sus célebres y tranquilas charlas, donde breves sentencias repletas de conocimiento e ingenio, levantaban pasiones.

Alma de ganadero, corazón de hombre bueno, su paso por la Tauromaquia, a la que honró durante todos sus años de trabajo, no creo que deje ni sólo enemigo, (si lo tuviera sería muy pequeño frente a él), ni un solo rencor, ni una sola discordante ya que a Don Fernando lo ha acompañado siempre un aura especial de simpatía y amabilidad sincera.

Don Fernando ha sido modesto hasta la exageración, pertenece a esa clase de hombres de campo tranquilos y con sabiduría tal que era capaz de conciliar la cría de los animales de su ganadería con su personalidad. Sabía sus fallos y nunca presumió de logros. Su trabajo lo realizaba sin pretensión. Esa rara cualidad hoy día en el que todos nos creemos alguien, revela un equilibrio que desgraciadamente no es común.

Termino diciendo que la labor ganadera de Don Fernando, el mérito de este hombre de bien, no ha necesitado de falsos e interesadas proyecciones de su persona. El mejor premio que nos ha dejado ha sido el honor de la palabra ganadero. Es deber de todos, al menos el mío, tributar ese pequeño homenaje a estas personas extraordinarias, a Don Fernando Cuadri, un hombre de bien, un hombre bueno, que ha dado un ejemplo de nobleza a quienes hemos tenido el honor de poder estar delante de él.

La Gala de San Isidro y el último baile del Titanic

Justo después de la Gala de presentación de los Carteles de San Isidro me puse a escribir ideas esporádicas para crearme una opinión sobre toda la pompa y boato que ello suscita.

Esa presentación, con su cartel y todo, es probablemente el retrato más fidedigno de la Tauromaquia actual. Ya no se si para bien, para mal, o para lo que tenemos que acostumbrarnos, (cosa que personalmente no se si voy a conseguir). La gala representa tanto el supuesto esplendor que quieren vendernos de una actividad cultural tan históricamente rica, y que el propio sistema taurino se ha encargado de arrinconar, como la decadencia de ella.

La Tauromaquia ya no tiene el arraigo histórico del que disfrutó antaño. Ahora, y lo que la Gala de presentación de San Isidro 2024 me dejó claro, es que en en su ADN lleva implícito y tatuado en la frente lo que fueron y son las élites para ella. La meritocracia en la Tauromaquia es haber nacido en tal o cual familia. En galas como la del pasado jueves, se pueden apreciar tics heredaros del pasado en forma de tráfico de influencias, amiguismo y supuestas campañas de imagen en las que se ven Gigantes mediáticos en vez de molinillos. Vamos, el tejemaneje de «saes tía?, como que me voy a los toros y no sé que ponerme«, de toda la vida.

Con estos eventos se mata el aburrimiento y se ensalza el ego de élites que piensan que una plaza portátil es la que se puede llevar en el bolsillo del bolso de Louis Vuitton. Otra «raza» que suele pulular por estos sitios son los buscadores de egos internos por contar al vecino de bloque que conoce personalmente al Maestro tal o al empresario cual. Eso es otro cantar.

Estas galas, salvando las distancias, me recuerdan al último baile en la sala de Fiestas del Titanic. Donde mientras una élite disfrutaba y presentaba en sociedad a los jóvenes «cachorros y cachorras», no sabía que era su último baile. Lo que sucede es que, por desgracia, la Tauromaquia no es el transatlántico británico de principios de siglo. Ya no es el mayor barco de pasajeros, es un pequeño yate privado que, mientras celebra fiestas, va rozándose con «icebergs» sin darse cuenta que va naufragando poco a poco.

Me gustaría, lo digo de corazón, que la Tauromaquia celebrara eventos pero, eso sí, después de pasar la aspiradora por debajo de la alfombra. De momento los veo con buena intención, pero sólo como el tapiz con una publicidad espectacular que se utiliza para tapar la rehabilitación de un edificio que ha quedado en ruinas.